
Sentir el sabor del chocolate derritiéndose en la boca hace que el cerebro produzca endorfinas que dan sensación de bienestar al cuerpo. Comer chocolate nos hace más felices, de eso no cabe duda y es que posee una serie de químicos naturales, entre ellos el triptófano, feniletilamina o teobromina, que hacen que los neurotransmisores de tu cerebro se activen, pero, ¿cómo llegó el dulce de la felicidad a ser lo que es hoy en día?
Dicen que el primer europeo que vió las semillas de cacao fue Cristóbal Colón, quien navegando, interceptó una embarcación maya donde transportaban una especie de almendras a las que no dió importancia, eran semillas del árbol del cacao. En México era como el oro, servía como moneda y se podía elaborar la bebida sagrada, una bonita leyenda de la mitología azteca cuenta, que el dios Quetzalcoalt, obsequió a los toltecas la planta del cacao que había robado a los demás dioses, llevándoles un alimento que les daría más vigor y fuerza para trabajar, estudiar y convertirse en grandes hombres.

Se consideraba una planta sagrada, con la que los mayas y aztecas realizaban ceremonias, (de las que hablaremos en otro post) aderezándolo con hierbas aromáticas, vainilla, pimienta, guindilla o chile y endulzado con miel.
La llegada de Hernán Cortés al nuevo mundo, más concretamente México, hizo que sus habitantes lo confundieran con el dios que en su día había traído la planta de cacao y con ella gran riqueza para su pueblo. Lo agasajaron con copas de oro rebosante de una sustancia marrón oscura y algo amarga que llamaban xocolalt, pronto Cortés se dió cuenta del valor que tenía no solamente por su utilización como moneda sino por su valor nutritivo. Los soldados aguantaban mucho más en marcha sin ningún alimento, el propio explorador escribía: “Cuando uno lo sorbe, puede viajar toda una jornada sin cansarse y sin tener necesidad de alimentarse”
Cuentan que Hernán Cortés viajó con un monje al que pagó con la semilla del cacao y éste lo llevó al Monasterio de Piedra (provincia de Zaragoza), donde enseña a los demás monjes a elaborarlo. El primer sitio donde se fabrica es en Nuévalos , muy cerquita de la popular cascada de la cola de caballo, y lo aderezan con vainilla, azúcar y canela. Hernán Cortés también le lleva la bebida sagrada al mismísimo Carlos V, el gran emperador de un mundo donde nunca se ponía el sol, pronto se pondría de moda entre la alta burguesía del siglo XVI, no lo bebía nadie que no fuera fraile, señor o valiente.
“El chocolate parecía más una bebida para cerdos que para ser consumido por la humanidad”.
Giordano Benzoni
Lo cierto es que alcanzó gran popularidad y un siglo después ya se podía encontrar en las confiterías de Madrid, se consumían más de cinco toneladas al año y las mujeres de la nobleza lo llevaban al sermón e incluso se celebraban grandes chocolatadas a la salida de misa.

Museo Nacional de Chateau -Versalles-
El propio Marco Antonio Orellana escribe:
“Oh divino chocolate,
que arrodillado te muelen
manos plegadas te baten
y ojos al cielo te beben»
Carlos V y su hijo Felipe II no fueron los únicos monarcas que disfrutaron de este manjar, había una leyenda, que decía que a Carlos II le embrujaron con una copa de esta bebida, de ahí su nombre el rey Hechizado. Le trataron con multitud de medicinas y ungüentos, pero él nunca dejó de disfrutarlo.
Pero si existe una persona capaz de ostentar el título del Rey del Chocolate. Éste es el gallego Matías López y López, uno de los empresarios más importantes del siglo XIX que llegó a surtir el 80% del chocolate español.
Tras años de trabajo y empeño funda la marca “Chocolates y dulces Matías López” su ingenio hace que diseñe su propio programa de marketing de una forma muy sencilla: envía a personas de su confianza a tiendas de ultramarinos preguntando por sus chocolates y unos días después aparece el ofreciendo sus productos. Los tenderos ante la acuciada demanda le solicitaban sendos pedidos.
Después de viajar por Europa buscando nuevos avances tecnológicos vuelve para poner su fábrica en la Calle de la Palma. Le va tan bien que compra una antigua fábrica situada cerca del ferrocarril en El Escorial Y además de la fábrica, crea una ciudad en la que instaura una política social hacia sus empleados: les ofrece viviendas con alquileres muy bajos, colegio, economato, tahona, capilla, jardines, fonda… Además aplica la jornada de 8 horas, educación gratuita, cobertura médica, créditos y planes de pensiones.

Pero si hay algo que seguro que recuerdan ustedes es el cartel publicitario de Los gordos y los flacos, Matías López contrata al pintor Francisco Ortega Vereda para diseñar el que sería el primer cartel publicitario de España, con gran acogida entre el público.
Y es que la historia del chocolate es muy extensa, así que después de escribir este artículo solo queda deleitarme con una buena taza de chocolate caliente ¿qué me decís, os apetece?
Dévora Muñoz